lunes, 15 de octubre de 2012

El juego y el desarrollo del niño, un enfoque psicológico

       Uno de los autores que más y mejor ha estudiado el juego en la infancia es Jean Piaget, que nos dejó una excelente guía para analizar, a través del juego, el desarrollo cognitivo, subrayando su papel en la construcción del conocimiento. A su aportación hay que sumar la de otros muchos autores, como es el caso de Vygotski, que destacó el papel del juego en el desarrollo de los procesos psicológicos superiores y como elemento de socialización; o el de Winnicott, para quien el juego es la base y raíz de la capacidad para crear y utilizar símbolos, a la vez que una herramienta de diagnóstico y terapia.
     Desde un punto de vista psicológico, el juego es la principal actividad del niño. Es la vía regia para elaborar y expresar los sentimientos y para desarrollar todo tipo de competencias intelectuales, sociales y morales.
    El niño crece jugando, de manera que el juego afecta a todos los procesos del desarrollo infantil: al desarrollo físico, sensorial y psicomotor, al desarrollo afectivo y emocional, al desarrollo cognitivo, a los procesos de construcción del conocimiento de uno mismo y de la realidad exterior, al desarrollo del lenguaje, al desarrollo social y moral… De él depende el desarrollo de la imaginación y de la creatividad, la adquisición de todo tipo de habilidades, la toma de conciencia de si mismo y la construcción de la propia identidad personal.
    Sin lugar a dudas, el juego es el trabajo del niño, su oficio, su vida, la actividad esencial de la infancia, su auténtica razón de ser; una actividad natural, espontánea y placentera que contribuye poderosamente al crecimiento y desarrollo integral de la personalidad infantil, hasta el punto de que los juegos de los niños deberían considerarse como sus actos más serios.
     Quizá por todo ello, y porque la actividad del adulto hunde sus raíces en los juegos infantiles, podamos afirmar que en “el hombre auténtico siempre hay un niño que quiere jugar” (Nietzsche), que "el hombre sólo es verdaderamente humano cuando juega" (Schiller), y que “el niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él” (Pablo Neruda)

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